domingo, 31 de marzo de 2013

El lado oscuro del Dakar

El anuncio de la inclusión de Bolivia en la ruta del Rally Dakar 2014, que se disputará entre el 5 y 18 de enero, ha desatado el júbilo de los aficionados a los motores, aunque, como se ha informado, sólo las motocicletas y cuadriciclos (o quads) pasarán por una ruta que comprende Villazón, Tupiza y el Salar de Uyuni.

La celebración se fundamenta, además del apego en el país a un deporte tan tradicional como el “tuerca”, en que, como ha asegurado la transnacional francesa Amaury Sport Organisation (ASO), la exposición mediática a la cual estará sometida Bolivia, durante la realización del famoso rally, se traducirá en ingresos contantes y sonantes por el turismo y por otras actividades relacionadas con la extenuante prueba.

Ciertamente, las cifras del Dakar son impresionantes. En 2013 participaron 745 corredores en las cuatro especialidades -además de motocicletas y quads, vehículos y camiones-; 4,6 millones de personas siguieron la competencia del año pasado, otros 74 millones visitaron su sitio web y la ASO estima que los ingresos llegaron a 373 millones de dólares, sin considerar los de Chile.

Si se apela a la información publicada en la prensa, el ingreso neto llegó a 59 millones de dólares en Perú, a 100 millones de dólares en Chile y a 162 millones de dólares en Argentina.

Se trata de ganancias vinculadas con una competencia que en realidad es un gran espectáculo mediático; ASO es, en esencia, uno de los brazos más importantes del grupo comunicacional galo Amaury, que controla los rotativos L’equipe y Le Parisien y que impulsa anualmente pruebas tan famosas como el Tour de Francia, la Maratón de París y el Abierto de Francia de Golf, entre otras.

Por eso, cuando el miércoles 20, en París, se anunció la inclusión del país en la carrera, el encargado de relaciones internacionales de ASO, Gregory Murac, dijo que “Bolivia estará en la placa de promoción turística en 190 naciones”. En 2013, 261 periodistas de 122 medios informativos de 27 países cubrieron el rally. Y si a ellos se suman los posts de las redes sociales, el impacto es mayor.

En la versión 2014 se descartó la incursión en rutas peruanas, lo cual, en Lima, se atribuye al lobby del presidente Evo Morales con la ASO. “El Dakar pasará por el camino de la quinua y el litio. Estamos preparados para recibir esta aventura. No confiaba en la prueba, pero los ministros y ministras me abrieron los ojos”, declaró Morales.

Y uno de los dos negociadores con la ASO, el ministro de Culturas, Pablo Groux, afirmó en una entrevista con la red Uno que por cada 100 bolivianos que invierta el país en la competencia se obtendrá un monto similar.

Pero no es oro todo lo que reluce. Así como la prueba automovilística tiene millones de fans, también han surgido detractores, tanto en África como en Latinoamérica, quienes denuncian lo que se puede llamar el lado oscuro de esta célebre competición.

Rally “publicitario”

El Dakar surgió de un hecho fortuito. En 1977, el corredor de motocicletas Thierry Sabine se extravió en el desierto de Libia, cuando participaba en el rally Abidjan-Niza; después de ser rescatado de las dunas se le ocurrió promover una difícil competición, disputada a partir de 1978, en la cual, simultáneamente, los pilotos pusieran en juego sus habilidades y pudieran admirar los increíbles paisajes que él recorrió cuando vagaba, sin rumbo, por el desierto reseco.

La idea original consistía en afrontar una carrera entre Europa y África, de unos 10.000 kilómetros, en la que se conjugaran la resistencia y la adrenalina; pero en 2008, luego del asesinato de cuatro franceses y tres militares africanos y de las amenazas del grupo terrorista Al Qaeda, el Gobierno galo recomendó que la competición no pasara por Mauritania. A raíz del clima político en ese continente se suspendió la carrera de ese año y a partir del siguiente se trasladó a América Latina.

Pero ya en África surgieron posiciones críticas contra la competencia. ¿Cuál es el argumento central de los grupos antirally? Aunque enumeran los accidentes en ruta, en los cuales perecieron niños que espectaban la prueba, se califica al Dakar como una suerte de danza de millones de dólares en publicidad impulsada por las principales marcas del mercado, en diversas áreas, que se escenifica en medio de territorios, por lo general, castigados por una profunda pobreza.

Lo cual equivale a decir que en la prueba automovilística se encuentran, en un impresionante careo, el primer mundo con el tercer y hasta cuarto mundos. O, lo que es lo mismo, la ostentación de lo que se ha denominado también como el mundo del dinero con las necesidades de las naciones marginadas de ese sistema, que reduce todo a un precio en dólares. Esta opinión es sustentada, además, por quienes critican severamente los desequilibrios del orden capitalista, que opera bajo la lógica de la metrópoli y los países periféricos, la primera con el control financiero e industrial y los segundos como productores sólo de materias primas.

Bajo este punto de vista, la carrera es una expresión más de la globalización o internacionalización de mercados promovida por las mayores transnacionales del planeta y la posición contraria es sostenida por quienes creen que otro mundo es posible.

En 2005, 24 organizaciones no gubernamentales, ambientalistas y sindicales suscribieron un manifiesto mediante el cual pidieron la supresión, en África, del Dakar, calificado de “evento publicitario en el continente de la pobreza”, a la vez que criticaron la “utilización de África, destrozada por el sida, el hambre y el endeudamiento, como terreno de juego”. Como se advierte, los activistas no creen que la carrera sea emocionante y menos deportiva, como afirma ASO. Por el contrario, el manifiesto protesta contra los largos años de “ganancias de las transnacionales automotrices y mediáticas”.

En la mencionada entrevista en la red Uno, el conductor televisivo Enrique Salazar le preguntó al ministro Groux si el Gobierno, que se autocalifica de izquierda, no había caído en una contradicción ideológica al haber logrado que el Dakar, considerado por sus detractores como una expresión de las multinacionales, pasara por el país, a lo cual el dignatario de Estado dio una -así la denominó- “respuesta política”: que entre el capitalismo y el socialismo la diferencia estriba en cómo se emplea el excedente y que los ingresos del rally se destinarían al desarrollo de la zona por la cual atravesará la competencia, que es una de las más deprimidas del país.

Daños ecológicos

Los críticos del Dakar no sólo creen que se trata de una reedición de prácticas colonialistas, sino que sus efectos sobre el medio ambiente son irreversibles.

Si el manifiesto de 2005 que pide la desaparición de la competencia señalaba que la meta era “librarse de la contaminación y la polución” en África, ya se ha comprobado que la versión 2009 causó daños ambientales en Chile.

Según un estudio efectuado por el gubernamental Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), la carrera causó daños en seis sectores, hoy gravemente afectados por la destrucción de piezas líticas, cerámicas, estructuras de piedra y osamentas humanas de hace 9.000 años antes de Cristo. “Cualquier daño al patrimonio arqueológico es invaluable e irreparable”, dijo el secretario ejecutivo del CMN, Óscar Acuña, según la prensa chilena.

“Hay una alteración de un 50% de la superficie, destruyéndose completamente la secuencia estratigráfica (sucesión de capas naturales y culturales) y quedando todos los materiales detallados descontextualizados (...) Es factible que se haya afectado de manera absoluta otro tipo de evidencias arqueológicas, constituidas por los fogones que utilizó la gente para procesar los alimentos”, expresa el informe.

También se han señalado los riesgos sobre el llamado “desierto florido” de Atacama. “El Rally Dakar, sin exagerar, es lo más parecido a Atila. Ocasiona una devastación tal que nunca más logra crecer el verde en las zonas donde pasa una caravana de este tipo, que no se limita sólo a los competidores, sino que están también los equipos técnicos, el personal de la organización y los visitantes que acuden en calidad de espectadores”, declaró el portavoz de la ONG chilena Acción Ecológica, Luis Mariano Rendón.

En Bolivia, también los ecologistas han manifestado, aunque no como en África, su temor por los efectos de la carrera sobre la flora y fauna locales, pero también sobre el Salar de Uyuni, que es una de las principales atracciones turísticas del país.

Pero si de algo valen las lecciones aprendidas, cabe señalar que en Chile se han realizado estudios de impacto ambiental sobre el trazado de la prueba, que sin embargo la ASO mantiene como un secreto de Estado hasta casi la largada de los motorizados. ¿Estamos a tiempo de lograr que la carrera no tenga efectos ambientales?

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