De ahí, la caravana dakariana atravesará la frontera hacia el altiplano boliviano, donde la altura volverá a jugar un papel importante. Será la cuarta incursión del rally en Bolivia, que se consolida como uno de los escenarios de la carrera y que, como ya sucedió este año, no se circunscribe al salar de Uyuni.
El Dakar conoce Bolivia y, en sus rutas, los equipos de Lavigne y de Coma han descubierto territorios para organizar especiales más largas, teniendo en cuenta las especificidades del país, la altura y las condiciones climáticas.
Las fuertes lluvias obligaron en la edición de este año a suspender una especial en Bolivia entre Oruro y La Paz, recordó.
Tras una jornada de descanso en la capital boliviana, el rally bajará al noroeste argentino, rutas ya conocidas del único país que se ha mantenido fiel durante las diez ediciones latinoamericanas.
El calor propio de la zona en esa época del año, que los corredores ya han podido comprobar en las ediciones pasadas, volverá a ser el factor más determinante.
Por vez primera, el Dakar acabará en Córdoba, calificada por Lavigne como “la capital del deporte mecánico en América Latina”, escenario de un multitudinario rally de carreras al que le tomarán prestadas algunas de sus rutas. Por tercer año consecutivo, Chile, que estuvo en las siete primeras ediciones pero se retiró de la octava, no figura en el tránsito del rally. El director de la carrera reconoció que hubo contactos, pero que el Gobierno chileno proponía pasar solo por la región de Iquique y no quería asumir las condiciones financieras propias de la organización.
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