lunes, 17 de agosto de 2015

La contradictoria “fiesta” del Rally Dakar

Nota de Los Tiempos

ANÁLISIS | UNA MIRADA CRÍTICA SOBRE UNA DE LAS COMPETENCIAS MÁS POLÉMICAS Y FASTUOSAS DEL MUNDO, QUE NUEVAMENTE ATRAVESARÁ TIERRA BOLIVIANA, ESTA VEZ POR IMPORTANTES SITIOS ARQUEOLÓGICOS.

¿Es posible organizar y celebrar algo que en el discurso de nuestros ideales condenamos? Al parecer para una importante parte de los bolivianos sí, al menos en una competición que ya se conceptúa como una “fiesta” nacional. Una competición que, casi literalmente ya empezó a “calentar motores”.

En efecto, el martes 30 de junio el Dakar, “la fiesta del Dakar”, empezó sus preparativos para su versión 2016. Por tercer año consecutivo sus ruidosos y arrolladores protagonistas pasarán por territorio boliviano. Para ello, fue posesionada la nueva cabeza deportiva de la ASO (Amaury Sport Organisation- empresa organizadora del rally), el piloto español Marc Coma. Dentro de seis meses tendrá ante sus ojos a ese multicolor pandemónium anual de reflectores, marcas, modelos, motores, música, polvo, ovaciones y celebraciones.

En tierra boliviana, la “fiesta”, auspiciada por el Gobierno, se convierte en un espectáculo nacional de masas y ha merecido una aprobación casi unánime. No se conoce político opositor o experto alguno que haya cuestionado esta competencia, salvo contadas y casi inadvertidas excepciones. Y sin embargo, el Dakar constituye una antología de la contradicción de los mensajes que Bolivia ha enviado al mundo en los últimos años. Al menos seis de los principios que marcan el cambio político y cultural boliviano desde hace una década, no cuadran, en absoluto, con este rally.

Nada tiene que ver, por ejemplo, el Rally Dakar con el más emblemático de los principios que encarna el presidente Evo Morales: la descolonización. En 2006, cinco siglos después de la invasión de una maquinaria bélica que se adueñó de Sudamérica, el aymara Evo Morales tomó el poder. Y sus mensajes sobre la descolonización fueron recurrentes. De hecho, el pasado 13 de abril, día en que murió el escritor Eduardo Galeano, Morales declaró que había muerto “un maestro de la descolonización” (1). Pero ese día también, las autoridades bolivianas celebraban que tres departamentos de Bolivia hubiesen sido incluidos en el circuito del Dakar 2016.



COLONIALISMO SOBRE RUEDAS

Y el rally más famoso del mundo sabe, desde que nació, a colonialismo químicamente puro. Conocida es la trágica historia africana en relación a las invasiones europeas que saquearon ese continente en extremo. Desde tiempos de las carabelas hasta los de helicópteros y tanques la tragedia fue marcada por la irrupción de cientos de máquinas destructivas. De ahí que no todo era precisamente fiesta cuando se anunciaba el París-Dakar en las versiones que se sucedieron entre 1979 y 2008. Unir con motorizados la “ciudad luz” y la capital senegalense recordó con cada vez más detalle las violentas invasiones de décadas y siglos pasados.

“En 1898, el capitán Voulet y el teniente Chanoine salieron de Dakar a la conquista del lago Chad –cita el investigador Antonio Pérez (2). La invasión fue llamada “Mission Afrique Centrale” y, desde el punto de vista cristiano, fue una misión, y bastante exitosa puesto que exportó al cielo a miles de africanos. La otrora bendecida “columna Voulet-Chanoine”, ahora llamada “columna infernal”, estaba compuesta por unos 70 fusileros africanos, 30 intérpretes y 1.200 porteadores esclavos. A su paso por los territorios indígenas subsaharianos que, un siglo después, recorrería el rally París-Dakar, dejaron un rastro de aniquilación del que no escaparon las mujeres —descuartizadas y ahorcadas— ni los niños —asados—”.

Más adelante Pérez detalla: “Los dos oficiales franceses se sumergieron en una orgía genocida en la que compitieron entre sí para ver quién era el asesino más imaginativo. Al parecer ganó Voulet gracias a que inventó un suplicio original: colgó de los árboles a varios de sus guías de tal manera que las hienas se comieran sus pies y los buitres el resto. Pues bien: el antes llamado rally París- Dakar es la versión neocolonial de aquella invasión”.

Cuando en 1979 el aventurero francés Thierry Sabine inició el Rally Dakar ya las imágenes iniciales conmovían la memoria. Los organizadores tuvieron el cuidado de dividir en dos partes el viaje: paseo en territorio europeo y competencia en zona africana. Por ello, la vorágine de bólidos corriendo a campo traviesa por dunas y selvas era una ruidosa invasión a ojos de pastores y campesinos. La pesadilla pronto se completaría con muertes, destrucción, militares, blindados y helicópteros, claro, cuidando ciertas formas.

Arrollados por los “intrépidos” y “valientes” pilotos (así los suelen llamar hinchada y prensa) murieron decenas de africanos inocentes y de toda edad. La ASO reconoce oficialmente en su historial 28 decesos de campesinos y pastores en las 29 versiones realizadas en el continente negro. Hubo denuncias de otros decesos que no se pudieron confirmar, ni desmentir.

Eso al margen de otras 26 muertes de los propios competidores. Recuento en tierras africanas, ya el capítulo sudamericano pondría seis vidas de cuota para la “fiesta” hasta 2015.

Por ello, durante la edición 2005, 24 organizaciones no gubernamentales, ecologistas y sindicales, suscribieron un manifiesto. Allí pidieron la supresión del rally, al que calificaron de rodeo publicitario en el continente de la pobreza. Criticaron también la utilización de África, destrozada por el VIH/sida, el hambre y el endeudamiento, como terreno de juego. Desacreditaron además el hecho de que los equipos participantes colaboraban al desarrollo de dichas zonas, con medicamentos y ayudas para los hospitales. Claro, en esos tiempos los organizadores del rally pagaban, aunque apenas y en especie, por violentar territorios de países pobres.

Poco a poco el rechazo africano al París-Dakar se tornó violento y de tono marcadamente anticolonial. En 2007, grupos salafistas vertieron públicas amenazas que hicieron suspender dos etapas. Las cosas empeoraron en la edición 2008 que quedó salpicada por más amenazas terroristas, incluidas las de Al Qaeda, especialmente en Mauritania. Diez días antes de que empiece el rally, un grupo armado asesinó a cuatro turistas galos. Vino entonces la suspensión de la prueba en África tras una enfática recomendación del Gobierno francés. (3)

Se decidió que las siguientes ediciones se celebrarían en otras tierras de países en vías de desarrollo. América, el otro continente de las grandes invasiones coloniales, fue el elegido. Y el Dakar está acá, donde se paga a sus organizadores por venir.



EL DAKAR SOCIALISTA

Otro destacado eje del mensaje boliviano apreciado en buena parte del mundo es la postura anti capitalista o, mejor dicho, el movimiento al socialismo. Explícitos admiradores de Fidel Castro, del Che Guevara, de Antonio Gramsci y Tony Negri, entre otros, los gobernantes bolivianos plantean un orden mundial socialista.

“Socialismo no es una etiqueta partidaria, pues, muchas veces, eso solo ha servido para camuflar la aplicación de la barbarie neoliberal”, explicaba en un destacado discurso el vicepresidente Álvaro García Linera el 22 de enero de este año. Luego definía: “El capitalismo es una civilización que ha subordinado todos los aspectos de la vida a una maquinaria de acumulación de ganancias. Desde el comercio, la producción, la ciencia y la tecnología, la educación, la política, el ocio, la naturaleza misma, todo, absolutamente todo ha sido pervertido para ser sometido a la dictadura del lucro” (4).

Sin embargo, 10 días antes, el grueso del equipo gubernamental presenciaba extasiado el paso del Rally Dakar. Y queda claro que esta competencia constituye un sumun de la “maquinaria de acumulación de ganancias” del capitalismo. Al margen de otras consideraciones, basta revisar las condiciones que deben cumplir los participantes.

Los 18 mil dólares de derechos de inscripción para la categoría más económica, los cuatriciclos, constituyen apenas la punta del iceberg. Se debe sumar la asistencia mecánica, los transportes, los gastos del visado, los teléfonos satelitales, el combustible y, por supuesto, la compra o el alquiler del vehículo.

En definitiva, el presupuesto real para participar en motos y cuatriciclos está en los 180 mil dólares, mientras que para correr en autos hay que gastar 300 mil y en camiones, 500 mil. Estas cifras, de todas maneras, pertenecen a los pilotos cuyo objetivo es participar y llegar a la meta, no ganar.

Los pilotos que pelean por el primer puesto, están respaldados por cifras muy superiores. Para que un auto gane el Dakar se deben invertir, como mínimo, dos millones de dólares. (5) Y aunque el príncipe qatarí Al – Attiya puede costearse ese hobby, la inmensa mayoría debe acudir a fondos de las verdaderas dueñas del rally: las transnacionales más poderosas del capitalismo global. Son dueñas de las vedettes, la música, los colores, en suma, de la “fiesta del Dakar”. Y seguro que la palabra “socialismo” no ocupa el grueso de sus reflexiones.



MILITARISMO IMPERIAL

Es más, el patrocinio apunta a cosas peores, mucho peores. Una de las más crueles facetas del imperialismo se llama armas. Y no ha sido extraño ni secreto que en diversas versiones del célebre rally participen vehículos y expertos militares del “primer mundo”.

El analista Samuel Montaño ha señalado que en las competencias del Dakar se han probado diversos modelos de carros de asalto. “Los Hummer le deben mucho al Dakar –asegura el analista-. Pero se han probado vehículos más potentes con sobrecargas equivalentes a su futuro blindaje como un V-150 estadounidense que corrió pintado de rosa en Marruecos. También los Dingo alemanes, los Panhard franceses, etc. Hace unos años, el general estadounidense Norman Schwarzkopf, quien comandó la invasión a Irak, declaró: “Ojalá hubiésemos tenido un Dakar”, al evaluar el uso de algunos blindados.

Valga añadir que entre competidores destacados del rally figuraron el equipo de la Guardia Civil Española (2011) y el sargento estadounidense Mark Zambón. Éste, veterano de las guerras en Irak y Afganistán, fue declarado héroe del Dakar el año 2013, indudablemente, un gran representante del imperio.



¿PARA EL “VIVIR BIEN”?

El “Vivir bien” es otro de los célebres postulados del proceso de cambio que quiere plasmar Bolivia. Los mandatarios bolivianos abogan frecuentemente por el deporte, proyectan estadios, coliseos, villas olímpicas y estimulan a la juventud a nuevos horizontes. La ASO no sólo organiza competencias Dakar. También gesta impactantes tours ciclísticos o multitudinarias maratones, dos de los deportes con mayor potencial, pero escaso apoyo, en Bolivia.

No hay duda de que el “Vivir bien” va mejor con miles de trotadores y pedaleros populares que con cinco o seis “ases” del volante. Pero, al parecer, alguien convenció al Gobierno de apoyar más a los Nosiglia o Salvatierra que a los Callisaya, Morejón, Quispe o Pérez (6). Quién sabe si en el futuro haya cientos de bolivianos pisando el acelerador de un bólido ultramoderno, y si eso signifique “Vivir bien”.



ADIÓS MADRE TIERRA

Eso sí, apostar por los motores y el aceite, no cuadra en absoluto con el cuidado de la Madre Tierra, otro principio notablemente contradicho. Las competencias Dakar dañan la naturaleza por donde pasan. Son básicamente publicidad para vehículos 4 x 4, es decir los más depredadores del planeta. Ambientalistas chilenos y argentinos denunciaron graves daños en delicadas zonas de Atacama o Humahuaca y cuestionaron los estudios previos de impacto ambiental (7).

En Bolivia no se sabe de la realización de dichos estudios para las anteriores versiones. Ello pese a que en torno al Salar uyunense y Tupiza abundan zonas sensibles frente al paso de cientos de vehículos competidores y miles de espectadores. Pero habrá muchos más para la versión 2016 que pasará nada menos que junto al Lago Sagrado, cuna de las mayores civilizaciones andinas.

Precisamente, a 10 minutos de las orillas del Lago Titicaca, hace una década el presidente Evo fue entronizado como heredero de aquellas magnas culturas. Allí, en todo el entorno del Titicaca, abunda la riqueza arqueológica, fue el epicentro de civilizaciones subcontinentales. Y sin embargo, probablemente la mayor cantidad de denuncias contra el Dakar han provenido de los arqueólogos. El rally destruyó recursos históricos invaluables en Chile y Perú que recibieron el apoyo de la propia Unesco (8). Igualmente en Bolivia expertos como Jedu Sagárnaga Meneses ya emitieron su voz de alarma contra este grave riesgo (9).

Marcada contradicción y no se ha dicho tampoco nada aún sobre estudios de impacto arqueológico para el Dakar 2016. Pero, es posible que para más de una reflexión el paso de los 4x4 y demás maquinaria recuerde a otras columnas infernales: los modernos Almagro y Pizarro cabalgando cargados de “adrenalina” en nombre del imperio global que tan meticulosamente ha descrito Tony Negri.

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(1) Agencia EFE y Página Siete, 13 de abril de 2015

(2) Revista Pucara, diciembre de 2013, “Dakar, invasión motorizada”

(3) El País, Madrid, 4 de enero de 2008, “el Dakar anula prueba”

(4) Página digital de la Vicepresidencia, 22 de enero de 2015, “El vicepresidente explica el Socialismo Comunitario”

(5) Infobae, 29 de diciembre de 2011, “un hobby para millonarios”

(6) Apellidos de célebres familias de fondistas bolivianos que descollaron a nivel internacional, pero siempre reclamaron apoyo estatal. El texto ganador del concurso nacional de crónica del diario El Deber, escrito por Fadrique Iglesias relata detalladamente la historia de Policarpio Callisaya.

(7) Agencia IPS, 12 de enero de 2013, “Arqueólogos y ambientalistas luchan contra el Rally Dakar

(8) Idem

(9) La Razón, 26 de marzo de 2013, “El Dakar y la arqueología”.

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