domingo, 26 de enero de 2014

Laia Sanz, la reina del desierto

Es una chica en llamas. Su moto casi se incendió durante la sexta etapa, antes de llegar a Salta (Argentina) dadas las altas temperaturas, pero salió del paso. Eso sí, su espíritu sigue abrasado por el fuego que la posee cada vez que se sube a una moto.

Ahora está en pleno descanso en el vivac (campamento), sentada, con los pies puestos sobre otra silla, con la mirada fija en el horizonte, el cabello recogido en una cola con algo de barro seco aferrado a sus puntas. El barro no es de una terapia de spa y embellecimiento, es más bien parte implícita del rally más duro en el mundo: el Dakar.

Laia Sanz está corriendo por cuarto año consecutivo a la par de los varones (la entrevista se hizo antes de la final) en una competencia considerada netamente masculina.
Si la apodan la ‘reina del desierto’ no es solo por lo guapa que es, si no por la habilidad y fortaleza que demuestra en este mundo de los motores.

Sus detractores dicen que le vendría bien estar con un ‘kilito’ menos y recibir toneladas de feminidad o que es una creída. Lo cierto es que Laia es una luchadora entre hombres: obtuvo el mejor resultado de una mujer en la categoría de motos en más de tres décadas cuando quedó séptima en la novena etapa y terminó en la 16ª posición absoluta de motos en el Dakar.

Está descansando, acaba de bajarse de la moto, se quitó el traje y quedó de calza y top, con la pañoleta en la cabeza que anuncia su equipo KH-7. Al subir las piernas en la silla sale a relucir uno de sus trofeos de guerra, al pie derecho le falta la mitad del dedo gordo, en su lugar hay una gran cicatriz.

“Casi perdí el dedo en una competencia en Italia cuando tropecé con una piedra, pero logré terminar la carrera”, se apresura a explicar. Al instante Virginia Gómez, una de sus asistentes, echa por tierra su modestia y agrega que Laia en realidad ganó esa competencia, era el mundial de enduro hace año y medio atrás.

Ella solo sonríe e instintivamente agarra los pendientes de una pita negra que lleva colgada a modo de collar. Se trata de la medalla de San Antonio y de la virgen de la medalla milagrosa.
“La medalla de San Antonio me la regaló mi abuela en mi primer Dakar. De pequeña me atropellaron en mi calle en Sant Jordi, justo era el día de San Antonio y no me pasó nada. Desde entonces mi abuela dice que el santo me protegió y por eso llevo conmigo la medalla”.

Es imposible no reparar en los rasgos finos de su rostro que contrastan con las arrugas que surcan su frente y el entorno de los ojos. Parece que el sol ha estado arremetiendo duro contra la piloto.

Eulalia Sanz (28) es catalana, mide 1,80 m y sus días no son planos ni carentes de emoción. En su haber tiene 13 títulos mundiales de trial y dos de enduro. Cuando nació el médico le dijo a su padre, Jesús Sanz, que su niña tenía unos pulmones potentes y vaticinó lo que sería de grande: “Ha tenido usted una campeona”.

Años más tarde en la consulta del pediatra este le preguntó en qué se quería convertir de grande y ella respondió con total convicción que sería Indiana Jones. Sin duda esta española puede ser cualquier cosa menos una mujer corriente.

El fuego que la abrasa la empujó a participar del rally más famoso del mundo y a convertirse en campeona del Dakar en la categoría femenina en motos en 2011, 2012 y 2013.

Después de eso declaró a la prensa: “Mi objetivo ya no es solo ganar el Dakar femenino. Ahora quiero luchar con los hombres por estar entre los 25-30 primeros”, y lo consiguió corriendo en la categoría más peligrosa de la competencia, por ser la moto un vehículo que deja desprotegido al conductor.

Laia cruzó desiertos, levantó polvo y remontó entre el barro arriba de una moto Honda CRF450.

Y no es poca cosa, 23 participantes han encontrado la muerte desde los inicios del Dakar en 1979. En 1986, falleció el mismísimo fundador de la prueba, Thierry Sabine.

Este año, llegando al campamento en Salta, Laia se enteró del fallecimiento del piloto de motos Eric Palante, una noticia que le cayó como un balde de agua fría: “Me sabe muy mal por él y por su familia. También es un duro golpe para todos los que estamos en la carrera, porque cada vez que sucede una tragedia como esta te da mucho que pensar. Este deporte desgraciadamente tiene estas terribles consecuencias algunas veces”.

El Dakar Argentina-Bolivia-Chile tuvo 9.000 kilómetros totales, fue el más extenso desde que el rally comenzó a correrse en Sudamérica en 2009.

La carrera tuvo un total de 720 participantes entre pilotos, navegantes y mecánicos, mientras que 3.000 personas fueron albergadas en los campamentos por día. Todo un gigante que Laia se propuso dominar para después volver a su vida normal.

Virginia, su asistente, va de un lado para el otro revisando cómo llegó la moto y buscando ropa limpia para la piloto, pero cada que puede se detiene a escuchar las declaraciones de la catalana y, cuando tuvo la oportunidad de hablar, afirmó sin rodeos que para ella Laia es mejor piloto que los hombres porque es más inteligente. “Por ejemplo, hoy (sexta etapa) ha salido penalizada por una hora igual que otros muchos pilotos y, en vez de intentar recuperar tiempo e ir rápido con el riesgo de caerse, ha ido despacio. Tiene más inteligencia y sabe que es muy largo y se la gestiona muy bien la carrera”.

También asegura que es muy simpática, a pesar de que muchos dicen que Laia es creída. “Es muy fácil de trato, muy agradable, es muy cercana. Podría haberse creído por todo lo que ha logrado y no lo ha hecho, siempre tiene buenas palabras para todo el mundo, atiende a todos, ¡es un diez! Cuando está en carrera puede parecer un poco antipática, la gente dice que no saluda, pero es porque está concentrada.

¿Cuál es tu rutina en el Dakar?
A las 3:30 de la mañana nos levantamos, que es una hora y media antes de empezar, y desayunamos. Luego partimos a competir, cuando llego al vivac, una vez concluida la etapa, el ‘fisio’ me hace masajes, enseguida me ocupo del road book (leer la hoja de ruta), ceno y duermo en la casa rodante.

¿Qué tipo de alimentación recibís?
Intento alimentarme y beber bien, que es muy importante para recuperarse y para empezar el día con energía y durar hasta por la tarde que es cuando llegamos. Aquí la comida no es muy buena, pero es lo que hay.

Tenés una asistente mujer, encontraste una compañera que te sigue el ritmo...
Virginia (Gómez) me ayuda un poco con todo, entre ella y yo podemos decir ¡las mujeres al poder! (risas). Ella no se cansa de seguirme el ritmo porque es igual a mí, es ‘todoterreno’ también (más risas).

¿No te acobarda estar lejos de casa?
No, siempre desde pequeña he viajado mucho y me gusta estar fuera de casa. También la añoro a veces, pero estoy acostumbrada, no tengo problema de estar afuera con gente diferente.

¿Esto no te agota?
Aquí hay días en que se te acaban las fuerzas, las etapas han sido más duras y largas. Siempre los últimos kilómetros se te hacen muy duros. En este Dakar hubieron días en que se me ha hecho muy difícil llegar.

¿Cuál ha sido tu peor momento?
En la sexta etapa me perdí un poco y me enfadé porque estaba viniendo muy bien y perdí tiempo allí. Y en la décima etapa, a pocos kilómetros para la meta, he notado que empezaba a patinar el embrague y al cabo de muy poco me he quedado parada, es una lástima y me da mucha rabia porque tenía el top 15 al alcance.

¿Y cuál dirías que ha sido el mejor en toda tu carrera?
Uno de los mejores momentos fue la llegada de mi primer Dakar, eso no se me olvidará jamás.

¿Qué dicen tus padres de esto? ¿Han venido con vos?
No vienen, pero mi padre siempre me seguía en el trial y luego en el enduro. Aquí (Dakar) sufre más, no me acompaña, pero sufre desde casa y siempre estamos en contacto.

¿Te considerás una chica todoterreno?
Un poco sí porque me gusta hacer de todo, soy muy activa, me gusta la aventura y al final estoy en un mundo que hasta ahora la gente piensa que es solo para hombres y yo creo que no es así, pero está visto así.
He competido en varias disciplinas, trial, enduro, Dakar, y son diferentes las unas de las otras.



¿Por qué no hay más mujeres como vos?
Es un poco la educación y la sociedad. Cuando era pequeña no era normal que las niñas andaran en moto. Tengo un hermano mayor y mi padre compró una moto pensando en él, no en mí, pero resulta que a mi hermano no le gustaba tanto como a mí. Mis padres nos educaron a los dos por igual, no nos prohibieron nada por el hecho de ser chica o chico. No nos dijeron este rol es masculino y este femenino ni trataron de encasillarnos, creo que eso ha sido el secreto.

¿Y en carrera los chicos se portan bien con vos? ¿Nunca sentiste machismo?
Muchas veces lo sentí, desgraciadamente ya estoy bastante acostumbrada; al principio era pequeña y no me enteraba, ahora me entero más…
Pero hacés oídos sordos...

Sí, porque a veces incluso en vez de machismo es envidia, entonces intento no hacer caso. En este mundo es difícil, intento pasar del tema porque al final es mejor pensar solo en cosas positivas. Este año se inscribieron nueve competidoras, en motos éramos dos, no las he visto, pero sé que ahora solo quedo yo en moto.
El hecho de ser chica hace que la gente se fije más en ti.

Si decís que como mujer adquirís más visibilidad, ¿dirías que es más fácil o más difícil conseguir auspicios?
Depende, hay patrocinadores que por el hecho de ser mujer pueden apoyarte porque tienes a veces más visibilidad y más protagonismo, pero también hay marcas o patrocinadores que no te dan la misma importancia que le darían a un hombre.

¿Creés que intimidás a los varones fuera de la competencia, en el día a día?
A veces sí. Creen que por el hecho de ir en moto o de correr tienes mucho carácter, pero al final eso no tiene nada que ver.

¿Y cómo es tu carácter?
Bueno, tengo carácter, pero en la vida normal soy mucho más tranquila que compitiendo.

Entonces ¿en competencia aflora otra faceta de tu personalidad?
Sí, yo creo que sí, que al final sale un poco más mi carácter. En una carrera tienes que ser dura, fuerte mentalmente y quizá en las carreras eso lo saco más.

¿Cómo te ha ido en cuanto a lesiones?
He tenido mucha suerte hasta ahora, aparte del dedo gordo, que estuve a punto de perder. Luego tuve una lesión en la rodilla, pero nunca algo grave.

¿Y en tu casa no te han dicho basta?
Están acostumbrados, saben que me gusta esto. En el Dakar sufren un poco más que en las otras competiciones, siempre me piden que vaya con cuidado.

¿Y qué hay de los estudios?
Solo me dedico profesionalmente a esto desde hace 10 años

¿Qué vas a hacer cuando esto termine?
Sé que no va a durar para siempre, al final la vida del deportista se acaba tarde o temprano, pero cuando acabe me gustaría estudiar o trabajar en algo relacionado con este mundo.

¿Qué es lo primero que harás cuando se acabe el Dakar?
Si Dios quiere y acabo bien, una buena cena y ¡a celebrar!

¿Cómo vestís cuando no estás en competencia?
Muy deportiva y en algunas ocasiones, cuando salgo a cenar, me gusta arreglarme también.


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